El 3 de abril de 1822, hace 198 años nacía en la Villa de La Carlota, Río IV, Provincia de Córdoba, una “criolla sencilla”, una mujer humilde, obediente y fervientemente devota al Santísimo Sacramento. El nacimiento de la Madre Benita Arias fue el 3 de Abril, fiesta de San Benito de Palermo, ya que en ese entonces estaba la costumbre de que las personas llevaran el nombre del Santo, que se festejaba el día de su nacimiento. La madre biológica confió a su primogénita  a los esposos Manuel Mena y Florencia Videla, dos mestizos que, esclavos en otros tiempos, habían sido liberados.

A los siete años aproximadamente, algunos parientes que hasta entonces no se habían ocupado de ella, pretendieron tomarla a su cargo. Los esposos Mena no pudieron resignarse a la idea de ver a su hija arrancada de sus manos y decidieron fugarse.

Partieron hacia Salto, Provincia de Buenos Aires. Allí se establecieron y conocieron a la familia Sierra, quienes ayudaron mucho a los Mena y a nuestra Benita.

En Salto Benita descubre la atracción a la Adoración Eucarística, testimonios cuentan que pasaba horas frente al Santísimo. Allí también conoce a unos misioneros franciscanos quienes despiertan en ella el deseo misionero. Los fundamentos espirituales de la futura fundadora de la Congregación Siervas de Jesús Sacramentado se le revelan a Benita en su pre adolescencia y juventud.

A los 18 años se retiró a la Santa Casa de Ejercicios en la Provincia de Buenos Aires, la espiritualidad de San Ignacio de Loyola (luego Padre y Protector de la Congregación como San Francisco de Asís) inunda y resignifica su vida, allí  pasó casi 20 años.

En 1870 viajó a Roma y a Tierra Santa. En Roma, el Papa Pío IX la recibió para la fundación de su Congregación y le sugirió el nombre de “Siervas” ya que ella le había presentado “Esclavas” de Jesús Sacramentado. En ese viaje sufrió privaciones y las soportó con paciencia y la esperanza de ver realizada la fundación de su Obra (en definitiva Obra de Dios, como decía ella).

María Benita se comparaba con un pobre “pedazo de tierra”, consciente de su condición humana. La vieron apretarse el crucifijo y decir “te doy gracias Señor porque no me has ahorrado dificultades”. Para comprender esa caridad y gratitud hacia aquella persona pobre y extranjera la Madre Benita solía decir “Hay que estar en tierra extranjera para saber lo que se sufre lejos de la Patria.”

Hoy y cada día en nuestro querido Colegio del Carmen rezamos por su pronta beatificación, mujer santa, madre de la Congregación de Siervas de Jesús Sacramentado, de nuestra comunidad educativa del Colegio del Carmen, que nos legó la contínua y perpetua Adoración al Santísimo Sacramento, considerándolo siempre presente en virtud de su propia Fe “en espíritu y verdad”, consideración tan realista para la crisis mundial que estamos atravesando.

Madre Benita tenía total desprendimiento de las cosas del mundo, vivió en la mayor pobreza, su confianza nunca vacilaba. En momentos difíciles, según testigos, era criticada como imprudente por su excesiva confianza. Ella seguía adelante y decía “cuando llega la tribulación, hay que ofrecerle una silla, para que se quede todo el tiempo que el Señor quiera.”

Atendió a los enfermos del Hospital Fernández y del Hospital Muñiz, hoy en día centros de salud Metropolitanos. Tenía un gran amor por las almas y solía decir “que hubiera atravesado los mares para salvar una sola alma”.

Nuestra fundadora amaba tanto a la Iglesia “que por ella hubiera dado la vida”.

Ideario Institucional

“La Educación integral de niños y jóvenes, inspirada en la fe y doctrina católica"